Lo encarcelaron por comunista y a su mujer la mandaron a la Alemania nazi: la vida de Luís Carlos Prestes, contada por Jorge Amado

enero, 2023
En “El Caballero de la Esperanza, Vida de Luís Carlos Prestes”, el autor de “Doña Flor y sus dos maridos” sigue el recorrido del político comunista encarcelado por Getúlio Vargas. A su mujer, alemana, ese gobierno brasileño la devolvió a los nazis, que la mataron en la cámara de gas.

Cuenta Pablo Neruda en sus memorias que cuando Jorge Amado se enteró de los crímenes de Stalin algo muy profundo se quebró en él. Estaban juntos en un barco recorriendo China y tanto el poeta chileno como el narrador brasileño se encontraban bajo el impacto de las revelaciones de XX Congreso de 1956. Jorge Amado, que pertenecía al partido comunista desde joven, cambió profundamente después de que se dieran a conocer las atrocidades del estalinismo e inició su ciclo de novelas protagonizadas por mujeres (Gabriela clavo y canelaDoña Flor y sus dos maridosTeresa BatistaTieta de Agreste) mucho menos dogmáticas, alejadas del realismo y más receptivas a la fantasía popular.

El pasaje de Neruda es enigmático: desde una posición que uno podría calificar de cínica (dice que después del XX Congreso “renacíamos limpios de tinieblas y del terror, dispuestos a continuar el camino con la verdad en la mano”), sus memorias parecen sugerir que, además de dogmático, Jorge Amado siempre había sido un ingenuo. Y es verdad que la ingenuidad fue una característica muy presente en la obra de Amado, tanto en las novelas sociales y épicas con las que surgió a la literatura brasileña (Cacao de 1933, SudorJubiabá) como en las novelas protagonizadas por mujeres. El Caballero de la Esperanza, Vida de Luís Carlos Prestes no es una excepción.

Escrito en 1942, en un momento Amado afirma que “la ingenuidad no representa un mal mayor; peligroso es el cinismo que se viene transformando en hábito en el pensamiento político del país”. Se trata de una ingenuidad laboriosamente construida que él presentaba como un atributo que compartía con el pueblo y que le permitía, pese a ser comunista, adherir a la religión afrobahiana. Por supuesto que la ingenuidad cuando viene mezclada con posturas tan extremistas puede provocar grandes decepciones y situaciones muy crueles, pero también le permitió acercarse a experiencias que de otra manera le hubieran estado vedadas.

El caballero de la esperanza cuenta la vida de Luís Carlos Prestes, desde su nacimiento en 1898 y su infancia en el sur brasileño hasta 1942, momento de escritura del libro. Hijo de un militar y de una profesora de familia acomodada, Prestes fue un político y militar brasileño que, en los convulsionados años veinte, se sumó a las rebeliones de los tenientes y encabezó, entre 1925 y 1927, la llamada “Columna Prestes” que recorrió más de 20.000 kilómetros por algunos de los lugares más inhóspitos y aislados de Brasil llevando la idea de una democracia popular en un país muy pobre y muy elitista.

En 1931, Prestes viajó a la Unión Soviética y a Europa donde tuvo dos revelaciones: leyó por primera vez a Marx y conoció a la alemana Olga Benário, quien se convirtió en su esposa. Ya en su regreso a Brasil, lideró la izquierda comunista y la Alianza Libertadora Nacionalista, conjunto de agrupaciones que al modo de los Frentes populares europeos, enfrentó al populismo del Estado Novo, liderado por Getúlio Vargas. En 1937, fue encarcelado por el Estado Novo en uno de los períodos más brutalmente represivos de la historia brasileña. Cuando Amado escribió este texto, Prestes todavía estaba en prisión. Y no solo eso, su esposa Olga Benário, estando embarazada, había sido enviada a Alemania por el gobierno brasileño y entregada a los nazis.

Amado termina el libro en enero de 1942, pocos meses antes de que Olga fuera asesinada en una cámara de gas (su hija sobrevivió porque la madre de Prestes pudo recuperarla de la cárcel y llevarla a Brasil).

El político Luís Carlos PrestesEl político Luís Carlos Prestes

Pese a relatar los hechos más importante de su vida y a presentar una investigación muy documentada, el tono elegido por Jorge Amado en El caballero de la esperanza no es el del biógrafo que pone en primer plano los hechos sino el del homenaje entusiasta, el alegato político y el panfleto militante. Su admiración por Prestes, que es descripto como “una de las mayores figuras de la humanidad”, no tiene límites. Su retrato no admite defectos o críticas.

El interés de esta biografía no está tanto en la relación ingenua y casi religiosa que establece con Prestes sino en las visiones que tiene Amado de la cultura brasileña: su entusiasmo con el mestizaje (“pueblo mulato que es el pueblo más lindo del mundo”) –aunque minimice la presencia indígena–, sus invocaciones a las religiones afrobahianas (cuando en esa época se las ignoraba o perseguía) y su apoyo a las luchas feministas. Las mujeres, que algún día “serán libres”, aparecen como las “vivandeiras” (mujeres guerreras que estuvieron en la “Columna Prestes” similares a la adelitas o soldaderas de la Revolución Mexicana) y también como grandes intelectuales que se suman a la lucha revolucionaria contra el fascismo.

Junto a las mujeres que acompañaron a PrestesAmado menciona a María Rosa OliverLila Guerrero, Julia ArévaloClara Porset y muchas otras. Además el libro está narrado todo el tiempo a una lectora imaginaria que hacia el final se revelará que es negra. El caballero de la esperanza tuvo en su momento un gran impacto y pudo circular clandestinamente burlando las censuras del Estado Novo. Muchos brasileños conocieron por él las desgracias de los activistas opositores (casi todos comunistas) y sobre todo las torturas que se aplicaban a los prisioneros, en pasajes desgarradores como el que cuenta los tormentos a los alemanes Harry Berger (que murió años después en un hospital psiquiátrico) y Elisa Sabo. Elisa, como Olga, también fue enviada a la Alemania nazi donde murió en los campos de concentración.

La reedición del libro de Jorge Amado y la faja de la portada nos invitan a considerarlo en relación con la actualidad: “En Brasil este libro fue un arma en la lucha contra el fascismo”. ¿Cómo leer hoy El caballero de la Esperanza? ¿Puede ser interpretado en relación con el ascenso de Bolsonaro y los sucesos desgraciados del Brasil de los últimos años? ¿O más bien se tiene la sensación de estar ante un documento valioso, importante para pensar la historia del comunismo pero sin muchas revelaciones para los tiempos actuales?

Me inclino más por esta última opción. Y esto no solo porque la derecha bolsonarista tiene una configuración ideológica diferente a la del fascismo de los años treinta (más allá de que tenga puntos en común como el autoritarismo o el culto a la violencia) sino sobre todo porque la perspectiva desde la que escribe Jorge Amado resulta hoy muy diferente. En los treinta no existía la iglesia evangélica (clave en el triunfo de Bolsonaro) así como hoy no existe la alternativa comunista.

Eso no impide que el libro tenga momentos excepcionales como las conversaciones con los cangaçeiros (los bandidos del Nordeste) o sus visiones satíricas de los intelectuales de derecha: “El integralismo [el fascismo brasileño] mezcla, en una literatura de cordel, Mi lucha, de Hitler, en una provocación anticomunista, y Por que me ufano de meu país, del conde de opereta Alfonso Celso, en el blablablá de las mentiras patrioteras […] Plínio Salgado, Führer de opereta, mesías de teatro barato, tenía el microbio de la mala literatura”Amado es mucho más interesante cuando mezcla su ingenuidad con la picardía, una dosis de ironía y algo de maldad.

«Doña Flor y sus dos maridos» en el cine

Los vaivenes de la política brasileña llevaron a Amado muy poco después de escrito el libro a revisar sus posiciones. Ya en el prólogo escrito en 1945, hay un acercamiento a Getúlio Vargas, quien a fines de 1942 rompe relaciones con los nazis y se suma a los aliados. Las relaciones con la Argentina no son menores: El caballero de la esperanza está dedicado entre otros al dirigente socialista Rodolfo Ghioldi a quien llama “el brasileño” (Ghioldi estuvo preso en Brasil y aparece en las Memorias de la cárcel de Graciliano Ramos), fue escrito en Buenos Aires y se queja, en el prólogo de 1945, de que Perón ordenó prohibir y quemar el libro. Publicado primero en castellano, circuló clandestinamente en Brasil hasta 1945.

El caballero de la esperanza es el documento de tiempos muy convulsionados, un testimonio privilegiado de las luchas contra el fascismo que se dieron en Brasil en los años treinta y la valentía de hombres y mujeres que debieron enfrentar la persecución, la cárcel y el exilio.

* Gonzalo Aguilar es Profesor Asociado en la cátedra de Literatura Brasileña y Portuguesa de la Universidad de Buenos Aires.

“El Caballero de la Esperanza” (Fragmento)

Una estrella existía y no era la estrella matutina, brillando en lo alto de los cielos, no era una luz en la noche del pasado. Tú la sentiste, venía realmente del pecho de los hombres, de los obreros que descansaban, de los marineros que olían a mar y tenían los ojos quemados por el viento del mar, del soldado que amaba a una mulata en las arenas del trapiche, venía de la tierra, una luz de presente, una luz de esperanza, una luz de futuro. Tú la sentiste en la noche, flotando en el aire, venía del pueblo sentado en la arena.

Varias veces vimos esa estrella, amiga, en nuestros viajes de feria en feria por Brasil. Cierta vez –en una noche de lluvia y viento- íbamos por la calle pobre de una ciudad distante. Íbamos inclinados, tu cuerpo juntito al mío. De lo oscuro de una sala, a través de la madera de las ventanas, el rumor de las voces de los hombres en una plática amarga llegaba hasta nosotros. Y de pronto, en la sala, alguien dijo un nombre, y desapareció la amargura y la desesperación, quedó solamente la esperanza. También sobre nosotros, sobre la lluvia y el viento, brilló en la calle pobre una estrella. Hubo una alegría de primavera en la noche lluviosa de invierno. Otra vez vimos cómo se llevaban presos a los hombres. Sonreían, no eran ladrones ni asesinos, no explotaban a las mujeres ni vendían drogas. Los que se los llevaban eran ladrones, asesinos, explotaban a las mujeres y vendían drogas, y eran la policía. Los presos sonreían, las mujeres que los veían pasar lloraban, los hombres apretaban los puños. Alguien murmuró un nombre, el nombre de otro preso. Y la esperanza brilló en la sonrisa de los que iban presos, en las lágrimas de las mujeres, en los puños cerrados de los que se quedaban. Luz de una estrella que puso pálidos a los asesinos, ladrones, padrotes, cocainómanos que eran la policía.

(…)

Y muchos años después, todo el pueblo del Brasil, esclavo y desdichado, el pueblo negro, el pueblo indio escondido en las profundidades de las selvas, el pueblo blanco, el pueblo mulato, que es el pueblo más lindo del mundo, pueblo atado de manos y pies, con sed, con hambre, sin libros y sin amor, hizo el milagro del heroísmo que es Luís Carlos Prestes, P en el pecho de los negros, en el corazón de los soldados de la Columna, luz en el corazón de los hombres, obreros, marinos, campesinos, sambistas, tenientes y capitanes, novelistas y sabios. Luz en el corazón de los hombres, de las mujeres también, estrella de la esperanza. Un pueblo esclavo que necesita a su Héroe, hizo el milagro del más grande los héroes

Salvador de Bahia, la tierra de Jorge AmadoSalvador de Bahia, la tierra de Jorge Amado

Quién fue Jorge Amado

♦ Nació en Itabuna, Estado de Bahía, en 1912 y murió en Salvador de Bahía en 2001.

♦ Su padre era dueño de una plantación de Cacao.

♦ Publicó su primera novela, El País del Carnaval, en 1931.

♦ Estudió Derecho.

♦ Por su militancia comunista, se tuvo que exiliar entre 1941 y 1942. Estuvo en la Argentina y en Uruguay.

♦ En 1946 fue elegido diputado por el Partido Comunista. Fue el más votado de San Pablo. En esa función, impulsó la ley que garantiza la libertad de culto.

♦ Fue miembro de la Academia Brasileña de Letras

♦ Escribió, entre otros libros, Doña Flor y sus dos maridosSeara rojaGabriela, Clavo y Canela, Los pastores de la nocheTienda de los milagrosTeresa Batista cansada de guerra y Tieta de Agreste.

Fuente: Infobae
Por Gonzalo Aguilar

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