Fuente: Clarín
Autor: Osvaldo Aguirre
Entender cómo funcionó “el centro clandestino de detención más emblemático de la última dictadura” a través de una interpretación rigurosa en términos académicos y accesible para el público común fue el desafío que se impuso el grupo interdisciplinario de investigadores que dirigieron Marina Franco y Claudia Feld. Esma, resultado de ese trabajo de muchos años, se presenta como un libro colectivo donde los distintos análisis se ordenan alrededor de un hilo argumental. Los testimonios y los estudios sobre el tema no faltan, pero quedan preguntas abiertas y en particular “comprender qué hizo de la Esma un lugar tan singular”.
Las particularidades de la Esma son analizadas en esa perspectiva no solo por el tipo de prácticas que los militares desplegaron –el grupo de tareas bajo la dirección de Jorge Acosta y el “proceso de recuperación” de los secuestrados, el eufemismo por lo que fue “una brutal transferencia de saberes y capacidades”– sino por su articulación política y por las dimensiones que adquirieron el robo de bienes y las proyecciones del centro clandestino más allá de su espacio físico.
En esta revisión lo que no se sabe sobre la represión es tan revelador como lo que se sabe, porque “su principal marca fue el secreto”, como plantea Valentina Salvi en uno de los capítulos. Hernán Confino, Rodrigo González Tizón y Luciana Messina integraron también el grupo de investigadores y son las directoras quienes ofrecen detalles de ese recorrido en esta entrevista con Ñ.
–¿Existe información nueva sobre la Esma o cambian los puntos de vista y las preocupaciones?
–Marina Franco: La novedad no está en la información sino en la propuesta de una interpretación integral que no reduce a la Esma a una atrocidad en términos represivos. Fue esa atrocidad, pero el libro trata de demostrar que se imbricaron lógicas distintas que tienen que ver con el “proceso de recuperación” de detenidos y detenidas, con la expansión de la Esma fuera del centro clandestino, con los delitos económicos y con la autonomía del grupo de tareas, y de analizar cómo esos engranajes permitieron construir un proyecto de poder.
–Claudia Feld: Hay muchísima información acumulada con los testimonios, las pruebas y los documentos de todos los tramos de la causa Esma en la justicia, además de lo que se hizo en el Museo. Este libro cuenta la historia de la Esma y no lo hace de manera lineal sino que trata de pensar cómo se combinaron dos lógicas aparentemente disímiles: la lógica represiva y la lógica de acumulación de poder al interior de la Junta Militar. Es un condensado que tiene como objetivo llegar a un público amplio. Quienes fueron a todas las audiencias puede que no se sorprendan, pero van a encontrar una lógica que no está explicada en la acumulación de testimonios.
–¿Qué permite observar el funcionamiento de la Esma fuera de su espacio físico?
–C. F.: La idea que suele tenerse es que los centros clandestinos de detención fueron universos cerrados en sí mismos, lugares ajenos a la vida cotidiana que transcurría alrededor. Los testimonios, sin embargo, dan cuenta de salidas y entradas; en principio, las más evidentes eran las relacionadas con la misma lógica represiva, por ejemplo obligar a gente a marcar a compañeros de militancia que estaban libres. En la Esma hay una trama cotidiana en relación con el afuera. En la organización del grupo de tareas y de la actividad represiva aparecen porosidades, las fronteras no solo se mueven hacia otros lugares, de la ciudad o de otros países, como en el caso del Centro Piloto de París, sino que la lógica de la Esma se traslada con detenidos, con represores y con todo su entorno a otros lugares.
–M. F.: Estas cuestiones son leídas en términos del asombro, del escándalo, de lo inconcebible. Tratamos de transformar esas cosas en una argumentación global que les diera un sentido. No era una locura lo que sucedía, en todo caso puede serlo en términos expresivos, pero tiene una racionalidad en la lógica de los perpetradores. Tratamos de entender las salidas en las que llevaban a las mujeres a bailar o a cenar, los delitos económicos o los intentos de “recuperación” de prisioneros y prisioneras dentro de una racionalidad en el proyecto de la lucha antisubversiva de reconvertir a las personas y al mismo tiempo de expandir el proyecto de poder que unía a Massera con Acosta. Estos hechos siguen siendo asombrosos, pero la idea es salir del escándalo para entender al servicio de qué estaba el centro clandestino y eso mismo nos permite pensar cómo fue posible.
–La figura de Jorge Acosta está muy resaltada. Hablan de un “momento Acosta” en la historia del centro clandestino.
–M. F.: Las pocas veces en que se ve la trama de poder de la Esma se habla del proyecto político de Massera. Haciendo la investigación, nos dimos cuenta del lugar central de Acosta, de que hay que pensar a Acosta como el sujeto que pudo idear muchas de las lógicas de las que hablamos. El “proceso de recuperación” toma dimensión porque se hace funcional a los intereses de expansión política y económica de Acosta y Massera. Lo mismo los delitos económicos. Acosta cobra una importancia distinta que tiene que ser separada y al mismo tiempo articulada con la figura de Massera.
–Plantean que el proyecto de poder excedió a la figura de Massera y se prolonga hasta el presente. ¿De qué manera?
–C. F.: En una primera etapa el centro clandestino funciona con el circuito tremendo de secuestro, tortura, cautiverio y asesinato, pero por las internas y sobre todo las tensiones entre el grupo de tareas y el Servicio de Inteligencia Naval (SIN), Acosta se hace cargo tanto de la parte operativa como de la inteligencia. En ese punto, se produce una coincidencia con las internas que Massera tenía en la Junta MiIitar, donde disputaba el poder con Videla no solo para demostrar que la Marina era más eficiente en la lucha contra la subversión sino para construir algo más para el futuro. Esta idea es muy específica del tándem Massera-Acosta. Cuando uno habla del proyecto político se entiende que Massera quería transformarse en un “nuevo Perón” y llegar al poder a través de elecciones. No fue solo eso, porque mientras tanto acumuló millones de dólares al servicio de su proyecto. Armó una red gigantesca que se prolongó, porque muchos de los represores más poderosos fueron a ocupar puestos diplomáticos en Londres, en Pretoria y en otras ciudades, para seguir trabajando para Massera. Lo que se prolonga hasta hoy son muchas incertidumbres sobre qué pasó con la parte económica. Siguen teniendo poder, además, al punto de que todavía no sabemos qué pasó con muchos de los chicos nacidos en cautiverio, y en el sentido de que algunos, como Jorge Vildoza, murieron prófugos.
–M. F.: Lo que reconstruimos sobre la cuestión económica es la punta del iceberg. Se trata de información que solo puede alcanzar el Estado, como cuentas bancarias e inversiones offshore. Esas ramificaciones llegan efectivamente hasta el presente. Un dato muy fuerte es que las transferencias de los bienes apropiados se aceleraron en el momento en que empezaron las causas judiciales. Se sintieron perseguidos, trataron de borrar las huellas de sus delitos y por otro lado esos bienes apropiados siguen circulando dentro de las familias y de allegados a perpetradores –el caso de Jorge Rádice es clarísimo–. Los montos apropiados en términos de dinero y de especulación financiera dieron origen a emprendimientos y empresas de las que también conocemos poco. Pero las que conocemos son lo suficientemente importantes –insisto con la trayectoria de Rádice y las empresas que tiene dentro y fuera del país– para imaginar que debió ser diversificado entre los miembros del grupo de tareas y sus familiares, y multiplicado en el tiempo. La rueda financiera no se detiene porque el centro clandestino haya dejado de funcionar y ese es el ejemplo más claro de prolongación del proyecto de poder. Apropiación de bienes hubo en otros centros clandestinos, pero en este caso tuvo una escala que transforma lo que sabemos de la Esma y cómo hay que pensarla. Cada uno de estos engranajes es impresionante, complejo y enormemente valioso en sí mismo pero toma sentido cuando lo vemos como parte de una lógica de acumulación de poder.
–Describen a la Esma como un rompecabezas. ¿La figura del centro clandestino queda finalmente armada o faltan piezas?
–M. F.: Nos falta información, por ejemplo, sobre la etapa posterior a Acosta, cuando se hace cargo Luis D’Imperio y el grupo de tareas vuelve a estar bajo la égida de la Marina en términos más institucionales. La etapa de Acosta es la más “espectacular” –con todas las comillas del caso– en relación con el engranaje represivo del poder y al mismo tiempo tenemos más testimonios. La segunda cuestión sobre la que todavía sabemos poco son las internas militares, sobre todo en relación al conflicto entre el grupo de tareas y el SIN, porque los militares no hablaron al respecto y es la parte más difícil de acceder a través de los testimonios de los sobrevivientes. Pero no sé si son piezas que faltan o más bien cuestiones sobre las que nos gustaría saber más.
Marina Franco
Buenos Aires, 1972. Historiadora.
Es doctora en Historia por la UBA y por la Université Paris 7 Denis Diderot. Comparte la coordinación del Núcleo de Estudios de Historia Reciente del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) y es miembro del Núcleo de Estudios sobre Memoria del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES). Ha sido profesora e investigadora invitada en diversas universidades de Europa y América Latina. En 2010 recibió la beca posdoctoral Hermes, de la Fondation Maison des Sciences de l’Homme, Francia. Es compiladora de Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción (con Florencia Levín, 2007) y autora de El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura (2008).
Claudia Feld
Buenos Aires, 1968. Historiadora.
Es doctora en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Paris VIII e investigadora del Conicet. Se especializa en el estudio de los vínculos entre memoria social, historia reciente, cultura visual y medios de comunicación. Ha publicado Del estrado a la pantalla: las imágenes del juicio a los ex comandantes en Argentina; El pasado que miramos: memoria e imagen ante la historia reciente (editado con Jessica Stites Mor); Democracia, hora cero. Actores, políticas y debates en los inicios de la posdictadura (editado con Marina Franco) y Las voces de la represión (editado con Valentina Salvi). Es directora de la publicación académica Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, que edita semestralmente el Núcleo de Estudios sobre Memoria del IDES, grupo que integra desde su fundación en 2001.