Paz Tamburrini es ilustradora y artista plástica. Que a partir de una serie de haikus de Jorge Luján –poeta, juglar, maestro de maestros – ideó un universo especial hecho de papel y sensaciones.
El resultado es un libro álbum entrañable. Un universo de bichitos, palabras, silencios suaves, sensaciones sutiles. Treinta y cuatro haikus para soltar la palabra, el cuerpo, las sensaciones, la lectura amorosa con chiques y grandes.
¿Cómo fue la génesis de este libro?
Jorge: Tengo un amor muy activo por los haikus. Que hacía que en cada uno de mis poemarios apareciera un haiku. De repente, cuando empezó la pandemia estaba visitando unos amigos acá, en Córdoba, y salí a caminar muy temprano, todos dormían y vi un fenómeno que me llamó la atención, que era un árbol bellísimo que estaba perdiendo las hojas frente a mí; y además había un sol que daba una sombra muy bonita en el piso y me vino el primer haiku de este libro que dice “Caen las hojas/ en la sombra del árbol/ hallan su rama”. Y en ese momento pensé que tal vez había llegado el momento de hacer un libro de haikus. Después lo realicé, se lo mostré a Lola Rubio, que es la editora de Fondo de Cultura y ha sido mi editora otras veces, y ella contactó a Paz. Entonces vino Paz con figuras y recortes y esos colores tan hermosos y coincidimos plenamente. Cuando Paz se sumó, a partir de ahí, fue todo alegría.
Paz: Sí, fue relindo el proceso de trabajo. Nos juntamos varias veces a compartir ideas, a intercambiar, dibujamos sobre mis bocetos, porque Jorge también es dibujante. Agarramos el lápiz un rato cada uno y fuimos probando alternativas de composición y de cosas. Todo era muy fluido… Fue muy lindo el trabajo. Y muy alegre.
¿Cómo trabajaste las ilustraciones del libro?
P: Las páginas del libro son fotografías de una escena de juguete. Yo armo con papeles de colores escenas. Los elementos son fondos, piezas sueltas, personajes, y voy armando y desarmando las escenas. Escenografías a las que luego les saco fotos.
Entonces, ¿hay una segunda instancia después del armado de la escena que es la toma fotográfica?
P: Tal cual. A veces las fotos terminan de definir cuestiones de composición o de encuadre. Aparece una sombra que define profundidad o un encuadre que dice más que la escena más grande. La técnica es calado y recorte.
Y el muñequito rojo de la tapa, ¿cómo apareció? ¿Quién es? ¿De dónde salió?
P: Es un primo hermano, vamos a decir, de unos personajitos que yo tenía en una especie de portfolio que vieron Jorge y Lola cuando conocieron mi trabajo. Y a Jorge le habían gustado esos hombrecitos, porque había una anécdota de tu infancia en relación a esos bichines, ¿no?
J: Sí, cuando vi estos muñecos, tuve la sensación de que necesitaba vivir con ellos un tiempo, tener una aventura. Y me di cuenta que eso era porque cuando era un bebé, mi mamá me había comprado un tazón donde me ponía el desayuno. Porque yo, en general, era medio reacio a la comida pero ese tazón me motivaba mucho porque al final aparecían dos duendes que vivían debajo de un hongo y eran muy especiales, y para mis ojitos de niño eran los seres más hermosos y mágicos de la tierra. Yo tomaba con ganas el desayuno, incluso la sopa, porque al final aparecían esos duendes. Entonces en el momento de decidir si los protagonistas de nuestro álbum iban a ser niños o estos que son más duendes que niños, bueno, yo no tuve dudas de que tenían que ser estos.
El rojo y el violeta ¿dos personajes para una historia?
J: No creo que haya una historia, hay en tal caso un recorrido. En la primera parte tiene más protagonismo el rojo, luego en la segunda parte, el violeta. Esos personajes de Paz me tenían en contacto con el niño que fui. Me tenían como en otra sintonía, y al hablar con Paz y escucharla, se armaba un diálogo casi como si fuéramos los personajes del libro. Porque además, viven en otro universo, con sus flores, sus ramas, sus bichitos: pero nada que ver con el realismo. Es un universo otro. Yo creo que entrando al libro y saliendo, al final habremos atravesado un universo que tiene la consistencia de lo real. Porque en cierto sentido, los elementos que vamos encontrando pertenecen al mundo que conocemos. Lo que pasa es que la visión de Paz trastoca el realismo con mucha armonía y libertad. Yo creo que Paz en este trabajo está armando un istmo, es decir, un lugar, un nexo contenedor entre el mundo material y los sueños.
¿Estuvieron trabajando textos e imágenes en paralelo, quiero decir, a partir de este universo de papel y colores se cambiaron o crecieron en algún sentido los haikus?
J: En general, yo cuando decido que está listo un libro lo he trabajado muchísimo. Con muchos desvelos, y mucha dedicación. Entonces, en realidad, lo que nos propusimos cuando Paz estaba ya trabajando las imágenes fue esta agrupación de a dos. Porque primero la idea era hacer una doble página para cada haiku, pero iba a ser un libro carísimo porque son 34 poemas. Entonces, nos llevó mucho tiempo y trabajo llegar a armar los pares y la secuencia de cada doble página. Esos dos poemas de alguna manera dialogan, se hacen eco, pero a la vez es interesante que cada parejita de poemas invitara a pasar de una sorpresa a otra. Y a la vez hay un avance narrativo a lo largo del libro, un avance en el tiempo, una dirección en la cual rojo y violeta podían habitar como si transcurriera un día o dos días. Organizar todo esto fue un trabajo de mucho entusiasmo.
Hablaron como al pasar de que se trata de un álbum y creo que la dinámica del armado del libro responde justamente al concepto de libro-álbum, un género en que las imágenes y las palabras generan un diálogo muy particular, abierto, en contrapunto a veces, inesperado también.
P: Esa dinámica del libro es algo que nos interesaba especialmente: que la imagen no dijera lo que dice el texto, sino que ampliara el sentido. Hay una artista que se llama Uri Shulevitz que dijo que los libros-álbum no pueden leerse por radio. Y me encanta esa definición porque es bien sencilla y elocuente. Porque vos podés leer los haikus solamente, pero es muy distinta la lectura cuando apreciás la sinergia entre el universo de las palabras y el de las imágenes. Al estar todo conjugado en el libro-álbum hay un nuevo sentido.
La sinergia entre imagen y texto permite al lector leer, es decir, intervenir con sus ideas en cada página.
J: Sí. Y además en este caso a partir de haikus, que es una de las estructuras más cortas de la poesía universal, una especie de canto concentrado que tiene mucho viento, mucho hueco para que pase la brisa. Porque son apenas unas cuantas palabras que dejan pasar la brisa. Que permiten que la intuición descubra resonancias, reverberaciones, mucho más numerosas que ese grupito de sílabas. Al mismo tiempo, estos haikus en particular, los trabajé a partir de la espontaneidad, de la frescura, de tener en cuenta que podían llegar a niñes de todas las edades y también de personas grandes. Y entonces hay un ir hacia los sentidos ya en los poemas. Vamos a pasar del oído a la vista y luego al tacto y sumar estas imágenes de Paz que son muy sensoriales.
¿Durante cuánto tiempo trabajaron en el libro?
J: Fue un tiempo bastante veloz, digamos que unos ocho meses. Lo interesante fue que cada vez que nos reuníamos, Paz traía las ideas conversadas la vez anterior y nuevas ideas, con lo cual siempre había mucho material y novedades para seguir. Hay libros que nos tardamos más y esta vez, con tiempo limitado, para nuestra sorpresa, dio muy bien. Estuvo exacta la presión del tiempo, porque se ve esa frescura. No se ve como elucubrado, como muy rebuscado, sino que hay mucha espontaneidad.
Paz trabajaba mucho y cuando hacíamos comentarios o nuevas ideas, ella los tomaba o los dejaba, avanzábamos muy fluidamente.
Y hay imágenes en 3D…
P: Sí. Yo venía trabajando este efecto 3D en los fondos, hasta que Lola, la editora, sugirió que lo hiciera también con los personajes, para jugar más con otras partes del cuerpo. Entonces apareció esto de que se le vuelan los pelos y da más idea de algo tangible, de juguete.
J: Entonces hay un baile entre las imágenes, las sensaciones, emociones delicadas que ni bien las sientes ya están cambiando y transformándose en otra cosa porque ya están cambiando las palabras. Y estás en una página y vas a la otra y no hay saltos bruscos, sino que hay un fluir de las imágenes y las sensaciones. Aunque no es un cuento, que sigue una historia rígida, entonces se pueden mirar las figuras, los poemas como piezas separadas. Y uno va creando la historia con todo lo que va ocurriendo. La palabra juego, que mencionó recién Paz, fue fundamental para que pudiera existir este libro. Para que pudiera llegar a ser lo que es. Jugar es fundamental.
¿Y qué dicen las lectoras y lectores?
J: He tenido ya devoluciones de niños y nilñas que lo toman al libro y no lo sueltan. Andan todo el día y luego lo tienen para dormir. Y por fortuna, ni preguntan porque ellos saben lo que está acá pasando, porque ocurre que cuando el maestro o el adulto comienza a decir algo, arruinamos todo. Porque ellos armaron un vínculo con el libro.
Muchas personas piensan que la poesía es complicada o lejana. Que es más sencillo leer cuentos o novelas a los más chiques.
J: Yo creo que hay un prejuicio, un error gigantesco, muy difundido entre los adultos y los maestros que consiste en pensar que la poesía es inaccesible, difícil, cuando en realidad es más sencillo entrar a un poema que a un cuento. Al cuento hay que presentarlo y leerlo en un orden. En cambio, el poema es un artefacto autónomo. Incluso una pequeña colección de poemas tiene una autonomía y no hay que explicar nada. Toda explicación viene sobrando. Lo único que hace es degradar al poema. Entonces, ¿de qué se trata?. Se trata de que nosotros seamos capaces de expresar, leer, bailar los poemas, siempre y cuando nos gusten. Nosotros les proponemos unos haikus que nos tocan el corazón y eso nada más les decimos a los niños, todo lo que sigue es la apropiación del niño de ese universo que no necesita explicación. La palabra destruye la poesía. Tampoco me convence la idea de que la poesía sea una puerta a la literatura, porque la poesía no es un medio. La poesía es en sí, es una expresión del lenguaje. Heidegger escribió: “La poesía es la casa del ser”. Y yo creo en esta idea, por la inabarcable polisemia de la poesía y, además, porque contiene afectividad: algo exultante nos lleva cuando nos metemos en un poema y nos transforma, nos llena el corazón.
Fuente: Club Planetario
Por Gabriela Baby