Se reedita La viajera y sus sombras. Crónica de un aprendizaje de Victoria Ocampo, la selección prologada de sus textos de viaje realizada especialmente por Sylvia Molloy para la serie Viajeras/Viajeros, y es como si se reeditaran dos libros: el que se compone de los tan lúcidos como divertidos escritos de Victoria y el que nos presenta la lectura amorosa de una de las más finas críticas literarias de la Argentina.
Relatos insertos en los varios volúmenes que conforman su Autobiografía y sus Testimonios, cartas a sus hermanas, a sus amigos, escritos de muy diferente composición y registro publicados a lo largo de su extensa vida: todos ellos integran el volumen que reúne los textos de viaje de Victoria Ocampo (1890-1979) dando lugar a la presentación de un relato nuevo, que sigue el hilo de sus desplazamientos y estancias en el exterior del país, y que nos permite acceder de un modo diferente a su vida y a su escritura.
En La viajera y sus sombras, Victoria Ocampo se nos entrega en todos sus perfiles: es íntima y a la vez una suerte de celebrity argentina en el mundo, es frívola ante la moda y también reflexiva ante los sucesos históricos, es cosmopolita a la par que nostálgica de su tierra. La vemos muy joven mientras, ya adulta, narra su primer viaje a Europa en el primer volumen de sus Testimonios, y en el otro extremo, la vemos muy mayor mientras en cartas privadas a su hermana o a algún amigo cuenta sus caprichos de viajera como si todavía fuera una nena. A través de estos relatos vemos a la Victoria heredera de la elite porteña, a la mujer de mundo, a la socialite, a la mediadora, emprendedora y consumidora cultural, a la amiga de Roger Caillois, Waldo Frank, Gabriela Mistral, Stravinsky… Y también, en el juego entre una imagen espléndida de viajera y las diversas sombras que la acechan, a la escritora.
¿Qué aprende Victoria Ocampo, cabe preguntarnos, entre finales del siglo XIX y finales de los años 60 del siglo siguiente? ¿Qué aprende en toda la cantidad de viajes por Europa y Estados Unidos que hizo en ese extenso período de su vida, y qué aprende a medida que escribe? Tras leer el volumen completo, siguiéndola en sus recorridos, podemos comprenderlo. Aprende: a extrañar Buenos Aires estando en París, a tratar a intelectuales y artistas de renombre de igual a igual, a conocer la distinción americana en Nueva York, a hablar de lo familiar y lo íntimo tanto como de los grandes temas del momento. Aprende a moverse sola por el mundo como toda una mujer. Aprende a proyectar y realizar la revista Sur. Aprende a ser, podríamos decir, Victoria Ocampo. Mientras tanto, aprende en la escritura un modo de lo íntimo por medio de la fragmentación, la frase breve, los puntos suspensivos; a escribir no tanto como se habla (à la Lucio V. Mansilla) sino a hacerlo como se siente según el lugar al que llega, las circunstancias, la edad, la compañía, ya sea en retazos, entrecortadamente, ya sea con apuro, acumulativamente. Y también aprende a exhibir con elegancia el don de lenguas, aprende la ironía, aprende a usar la primera persona en todas sus variantes sin dejar por eso de apelar a la tercera cuando es preciso tomar distancia y limitarse a la observación. La “crónica de un aprendizaje” puede leerse entonces, además, como crónica del aprendizaje en la escritura.
Victoria Ocampo en una foto tomada durante su luna de miel, en 1913 en París
Es que, como dice Sylvia Molloy en su exquisito prólogo al volumen, en el relato que de sus viajes hace Victoria el fin es “no solo dar a ver lo que se ve cuando se viaja sino darse a ver en el curso del viaje mismo”. Solo que ese “darse a ver” es también, acá, el dar a ver que nos ofrece Sylvia Molloy. Por eso no únicamente visitamos con la mirada especial de Ocampo la París fin-de-siècle o el Harlem jazzero de los años 30 o la Londres de la posguerra o las ciudades alemanas de la reconstrucción. Por eso no únicamente asistimos, como lo hizo ella en su condición de ser la única mujer en ese hecho histórico, a los juicios de Núremberg contra los nazis. En su organización del volumen, siguiendo la secuencia cronológica de los viajes emprendidos, y en un prólogo que imbrica espacios, vida y escritura, Sylvia Molloy, ella misma muy cercana en su juventud a algunos miembros del grupo Sur, estudiosa de Borges en su primer libro y escritora de ensayos sobre temas queer, autora de la novela de culto En breve cárcel y narradora de textos de corte autobiográfico, nos da a ver una Victoria Ocampo que es su Victoria Ocampo.
Porque este volumen tiene un plus: Sylvia Molloy conoció a Victoria Ocampo, una Molloy relativamente joven conoció a una mujer mayor, de 83 años. Y además de conocerla, compartió con ella algunos momentos de los viajes. Casi al final del prólogo, Molloy narra dos anécdotas que transcurren respectivamente en Nueva York y en París. Allí la vemos haciendo de cicerone y asistiendo a un filme porno-soft a instancias de Victoria, que se debate entre la curiosidad y el aburrimiento. Y la vemos comiendo con Victoria en un distinguido restaurante solo para seguirla agitada por las calles tras un rubio jovencito. Para conocer los finales de ambas anécdotas, que nos hablan de una Victoria viajera que no está en los escritos de viaje y a cuya intimidad accedemos porque solo Molloy las puede contar, no hay otro modo que leer La viajera y sus sombras.
Alejandra Laera
Crítica cultural, directora de la serie Viajeras/Viajeros de Fondo de Cultura Económica.