Aníbal Pérez Liñán: “La pérdida de confianza social en las instituciones puede ser una herida mortal para la democracia”

diciembre, 2023
Estamos viendo un fenómeno radicalmente nuevo: el surgimiento de un discurso libertario de base popular, señala el politólogo argentino, profesor de la Universidad de Notre Dame, EE.UU. Un análisis de la democracia en sus 40 años.

En este diálogo con Clarín, Aníbal Pérez Liñán, prestigioso politólogo argentino radicado en los Estados Unidos, reflexiona sobre la democracia recuperada en 1983. Las expectativas iniciales, los cambios políticos más significativos, el presente y las asechanzas y desafíos que enfrenta nuestros sistema institucional.

– Desde una perspectiva regional ¿Cuáles son los cambios más importantes que experimentó la Argentina en 40 años de democracia?

– El cambio fundamental que experimentó la Argentina en estos 40 años de democracia fue el hecho de transformarse de un sistema político en el cual la democracia era altamente inestable y violenta a un sistema en el cual la democracia pasó a ser central en las reglas de juego de toda la clase política. Esto que hoy en día parece evidente y asegurado no era de esa manera en 1983. Hoy en la Argentina dos generaciones de ciudadanos y ciudadanas para quienes la democracia es algo natural y asegurado porque nacieron y vivieron en democracia, con todos los problemas que la misma generaba. Entonces, su frustración es hacia la democracia pero no tienen memoria directa de la dictadura. Y eso, obviamente, es motivo para celebrar. Pero también hace que las nuevas generaciones no tengan el compromiso con la defensa de la democracia que tuvieron las generaciones anteriores porque experimentaron la dictadura directamente.

– Mirando desde el presente ¿Hubo en 1983 una expectativa desmedida sobre los alcances y virtudes de la democracia?

– La promesa de Raúl Alfonsín, de que con la democracia se come, se cura y se educa, no era -y no- es una expectativa desmedida. La democracia, como forma de gobierno, tiene que ser capaz de responder a las necesidades de la ciudadanía y mejorar sus condiciones de vida. La democracia argentina fracasó en crear esas condiciones, y por lo tanto hoy en día está muy cuestionada por buena parte de la población. Por supuesto, siempre existe la tentación de colgar en la democracia todo lo que deseamos como forma de progreso, pero eso es parte de la naturaleza misma del sistema democrático. Una vez que la democracia resuelve un problema – por ejemplo, la violencia política en la Argentina de los años 70 – la ciudadanía, naturalmente, tiene nuevas expectativas, deseos y necesidades. Y es una responsabilidad de los partidos políticos, y de los líderes democráticos, responder a eso.

– ¿Cómo cambiaron las condiciones políticas desde entonces hasta hoy?

– En primer lugar, hubo una transformación, clave y fundamental, del Partido Peronista. El peronismo siempre tuvo una cara democrática y una autoritaria, y en 1983 no estaba claro cuál de esas dos caras iba a prevalecer en la identidad del partido. Con la renovación de los años 80, la cara democrática del peronismo fue la que definitivamente prevaleció, permitiendo estabilizar la democracia. Segundo, la capacidad de la democracia, en parte como resultado de la flexibilidad de ese peronismo, para adoptar diferentes estrategias de desarrollo económico en distintos momentos. El peronismo tenía un discurso económico nacionalista a comienzo de los años 80. Tuvo una posición de reforma neoliberal durante el menemismo y después una posición neodesarrollista con el kirchnerismo. Luego, un momento de reforma más ortodoxa, con el gobierno de Macri. Y aún cuando esas estrategias no fueron exitosas en el largo plazo, permitieron dar respuestas flexibles a crisis económicas, como en 2001, cuando no era claro si la democracia iba a poder sobrevivir. La tercera gran trasformación fue que el surgimiento del PRO y de Juntos por el Cambio consiguió formar una coalición democrática de derecha que antes no existía y que, hasta la última elección, logró estabilizar la dinámica de competencia política. Eso se quebró con el surgimiento de Javier Milei. Pero ese equilibrio era la gran promesa de la argentina del siglo XX.

– ¿Cómo define el estado actual de la democracia en nuestro país?

– En Argentina, como en el resto de América Latina y buena parte del mundo, incluido los Estados Unidos, es un estado incierto. Pero hay una serie de condiciones particulares que afectan a la democracia en Argentina. Vivimos en una época de votantes enojados, que votan por bronca más que por identidad con un proyecto político particular. Esto es muy claro en el surgimiento de Javier Milei, quien es más un producto de la bronca contra la situación económica y social, y contra lo que se percibe como la incapacidad de la clase política para dar respuestas, que consecuencia de un respaldo ideológico a su proyecto libertario.

– Para la democracia en general ¿Cuáles son las mayores amenazas en este momento?

– Hay algo que ha transformado a la democracia de una manera muy particular: el surgimiento de nuevas formas de comunicación de la clase política con los votantes. La tecnología en las redes sociales ha cambiado la dinámica de la política. Ahora tenemos candidatos que en otra época hubieran sido marginales al juego político. Hoy pueden llegar directamente a las audiencias y formar una masa crítica de seguidores. Eso les da viabilidad en el escenario electoral.

– Algunos autores hablan de “la muerte lenta de la democracia”, por decaimiento de la confianza en sus resultados…

– Sí, la pérdida de confianza social en las instituciones es la herida de muerte de la democracia. Una vez que los votantes dejan de creer en las promesas de las instituciones la democracia deja de tener la legitimidad que tiene como proyecto de transformación social pacífica.

– Alfonsinismo, menemismo y kirchnerismo constituyeron, en cierta forma, “relatos políticos” ¿Hay que esperar una retórica libertaria que ocupe ese lugar de ahora en adelante?

– Estamos viendo un fenómeno radicalmente nuevo: el surgimiento de un discurso libertario de base popular. Ahora, no hay ninguna garantía de que Javier Milei y sus seguidores consigan anclar esta narrativa en la sociedad argentina.

– Hace algunas semanas, en el marco del aniversario de la restauración democrática, participó en Buenos Aires de un acto académico en homenaje a Guillermo O’ Donnell ¿Por qué es importante seguir leyéndolo?

– Guillermo O’Donnell fue uno de los más grandes intelectuales latinoamericanos del siglo XX. Fue el primer director académico del Instituto Kellogg. Es importante leer sus trabajos porque él dejó en claro que no teníamos que pensar la democracia desde una perspectiva pesimista pero sí como intelectuales preocupados por el futuro de la democracia. Siempre estuvo dispuesto a ver las cosas que otras personas no veían y ponerles nombre.

Señas particulares

Aníbal Pérez Liñán(Buenos Aires, 1969) es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Notre Dame (EE.UU). Director del Instituto Kellogg de Estudios Internacionales. Profesor de Ciencias Políticas y Asuntos Globales en la Universidad de Notre Dame. Autor de “Democracias y dictaduras en América Latina. Surgimiento, supervivencia y caída” (En coautoría con Scott Mainwaring) y “Juicio político al presidente y nueva inestabilidad política en América Latina”.

Fuentes: Clarín
Por Damián Toschi

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