Los clubes cuentan

Cartografía de un primer encuentro

Nos presentamos, decimos nuestros nombres, nos conocemos y reconocemos de a poco. Algunos nos vemos en otros talleres, otros no. Hay personas que concurren a diario, hay quienes vienen como se dice “de afuera”. Hay quienes se presentan como pacientes, como usuarios, o que anteponen su profesión o su formación en curso. Hay estudiantes de una universidad. Hay quienes fueron diagnosticados y quienes no. Y en medio de esto, se cuela tácita una posible propuesta: ¿pausamos las nomenclaturas o los modos habituales que solemos usar para diferenciarnos? Club de lecturas…

Arrancamos abriendo despacio el papel precioso que envolvía los libros recientemente recibidos de la Editorial. El primero que se asoma es La Isla de Mark Janssen. Edgardo lo toma y se entusiasma ante la ausencia de texto, toda una aventura. Descubre algo nuevo y lo celebra con el resto. Nos pasamos de mano en mano los libros, vemos sus tapas, imaginamos sus historias, resonamos con ellos.
Alguien que se presentó como usuaria del Centro, ahora deviene curiosa sobre la vida de Cristina Peri Rossi. En la solapa de Nocturno urbano descubrimos una foto de la escritora y nos enteramos de su exilio y su amistad con Julio Cortázar. Hay quienes dicen desconocer sobre exilios, dictaduras y sobre grandes escritores argentinos. Pero sí dicen conocer sobre complicidades, redes de apoyo, necesidades y urgencias. También sobre dejar lugares de pertenencia para ir en búsqueda de protecciones y cuidados.
Alguien que se presentó como estudiante de Medicina, deviene ahora lector y ofrece leer los títulos que figuran en el índice del mismo libro. Propone ver cuál queremos leer juntxs. Por mayoría se elige el relato “El club de los indecisos”.
Va aquí uno de nuestros párrafos preferidos:

Para los indecisos, siempre hay un río que atravesar, un amante urgente, un marido celoso y un barquero asesino. Y sea cual sea la decisión que se tome, la catástrofe se produce, con independencia de la alternativa elegida. Sólo la ausencia de deseos podría garantizar, hasta cierto punto, y no siempre,la irresponsabilidad.
Da que hablar, sobre nuestras indecisiones y sobre indecisos, todxs parece ser que conocemos al menos unx. Se nos acaba el tiempo y la reunión se va terminando. Quien se conmovió con la vida de la escritora, pregunta si se puede llevar el libro a su casa, para que la acompañe en la semana hasta el próximo encuentro.

¿Cómo sostener lo que sostiene cuando dos manos solas no alcanzan? Parece ser que ningún tiempo se sostiene o se sostendrá sin conversaciones que sostengan, sin imaginación de porvenires que trascienden lo conocido, sin esas memorias que acompañen… ¡Hasta la próxima!

Maia Kahanoff- Centro Comunitario/Centro de día de Ramos Mejía

Patricia Domínguez
deinfanciasyliteratura@gmail.com

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